Coaching emocional Castellón

Quietud y Movimiento: Encontrar Equilibrio en un Mundo Acelerado

Junio llega con su promesa de luz, de días más largos, de una naturaleza que invita al movimiento… y a la vez, a la pausa.

Es un mes de transición, de prepararse para el verano, pero también de soltar un poco el peso acumulado del primer semestre del año. Y en medio de todo esto, puede surgir una pregunta esencial: ¿cómo encontramos un equilibrio entre la quietud y el movimiento?

Vivimos inmersos en un ritmo que no siempre elegimos. La vida moderna —con su inercia de productividad, urgencias digitales y la constante presencia de tecnología como la inteligencia artificial— nos empuja a estar siempre activos, siempre disponibles, siempre «haciendo».

A menudo, confundimos este estado constante de movimiento con eficacia, con éxito, con avance. Pero ¿a qué precio?

La quietud no es inactividad, ni pereza, ni desconexión. Es, de hecho, todo lo contrario. Es un acto profundamente consciente de volver a uno mismo.

Cuando somos capaces de detenernos, aunque sea por un momento, nos damos permiso para escuchar lo que hay debajo del ruido cotidiano. Y es en ese silencio donde suele emerger la claridad: sobre lo que sentimos, lo que necesitamos, lo que deseamos, lo que nos está pesando.

La quietud nos permite respirar más profundamente, literal y simbólicamente. Nos recuerda que no estamos hechos para correr sin descanso, que también somos tierra fértil para la contemplación, para la integración, para la simple presencia.

Y, sin embargo, no podemos quedarnos ahí para siempre.

Así como necesitamos la quietud, también necesitamos el movimiento. Ya sea físico, mental o emocional, movernos nos conecta con la vida que fluye. El movimiento nos ayuda a procesar lo que vivimos, a liberar tensiones, a reconectar con nuestra energía vital. Es en el movimiento donde muchas veces sanamos, crecemos, y descubrimos nuevas posibilidades.

Caminar, danzar, escribir, hablar con alguien de confianza, incluso llorar… todo eso es movimiento. Y todo eso es necesario.

El problema surge cuando caemos en el exceso de uno o de otro. Mucha quietud puede volverse estancamiento, aislamiento o apatía. Demasiado movimiento nos lleva al agotamiento, a la ansiedad, a la desconexión de lo esencial.

La respuesta no tiene por qué ser compleja. A veces, bastan ocho minutos al día.

Según investigaciones de la Escuela de Medicina de Harvard, tan solo ocho minutos diarios de mindfulness pueden reducir significativamente los niveles de ansiedad y mejorar la regulación emocional. Ocho minutos que pueden convertirse en un ancla, un punto de apoyo en medio de lo vertiginoso.

Una propuesta sencilla para este mes de junio:

Elige una semana del mes y comprométete a dedicar al menos 8 minutos diarios a dos cosas:

Movimiento consciente: salir a caminar prestando atención plena al aire, los sonidos, los pasos. No es solo caminar, sino estar realmente presente en el acto.
Quietud voluntaria: terminar el día con unos minutos de silencio, de meditación, de respiración o simplemente de escucha interna.

Puedes hacerlo solo o invitar a alguien más. En grupo, la motivación crece. Y puedes usar cualquier recurso que tengas a mano: una app, música relajante, una grabación de lluvia, una meditación guiada.

No se trata de hacerlo perfecto. Se trata de estar presente. Notar cómo te sientes después. Reconocer cuándo tu cuerpo y tu mente te piden movimiento… y cuándo te están pidiendo quietud.

Este tipo de prácticas pueden parecer simples, pero no siempre lo son. A veces, la ansiedad, el estrés acumulado, las experiencias pasadas o incluso el estilo de vida actual hacen que sea muy difícil parar… o empezar a moverse. Ahí es donde el acompañamiento terapéutico puede marcar una diferencia real.

Como terapeuta, puedo ayudarte a construir ese espacio interno de calma y presencia, adaptado a tu ritmo y tus necesidades. Trabajo tanto con adultos como con niños, de manera online o presencial, y puedo acompañarte a:

Aprender a regular tus emociones a través de técnicas sencillas y efectivas.
Descubrir cómo incorporar momentos de pausa en tu día sin sentir culpa.
Recuperar el placer por moverte con sentido, no solo por obligación.
Comprender por qué a veces nos cuesta tanto cambiar el ritmo y qué podemos hacer al respecto.

Muchos niños, por ejemplo, sienten que siempre tienen que “estar haciendo algo” o enfrentan dificultades para manejar su energía. A través de sesiones lúdicas y adaptadas a su edad, también ellos pueden aprender a encontrar momentos de calma y conexión con su cuerpo y sus emociones.

Y en los adultos, a menudo lo que hace falta no es más información, sino un espacio seguro para reconectar. En terapia, exploramos juntos qué necesita moverse dentro de ti, y qué está pidiendo simplemente ser escuchado en silencio.

Si estás leyendo esto y sientes que algo de lo que mencioné resuena contigo —el agotamiento, la dificultad para parar, el impulso constante de hacer más—, te invito a regalarte estos 8 minutos diarios. Empieza con una semana. Observa. Escucha. Y si sientes que necesitas una guía, aquí estoy para acompañarte.

Puedes escribirme para agendar una primera sesión (online o presencial), sin compromiso, y exploraremos juntos cómo encontrar ese equilibrio tan necesario entre la quietud y el movimiento.

Porque sí, la vida es marea. A veces sube, a veces baja. Pero tú puedes aprender a navegarla con más consciencia, suavidad y presencia.

María Anguita

Coach en inteligencia emocial

Especialista en duelo

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